Hoy en mi paseo diario pensaba en que el fútbol, para algunos, es un destino cruel. Llegan a él por distintas circunstancias y salen al poco tiempo caldeados, enfadados y dejando mucho damnificado en el camino. Es difícil explicarlo todo, pero por suerte este no es mi caso.

Después deja algún padre que te mira mal y a veces echa peste de ti, porque en un partido concreto uno reclama algo o vocifera algunos ánimos a destiempo. Alguien lo interpreta mal y tras cualquier fallo arbitral pone como un trapo a colegiado y entrenador. He de decir que no me importa, porque he discutido con padres o al menos lo han intentado conmigo y no lo han conseguido. Lo último que me apetece nunca es discutir y menos por un deporte. Acabo viéndoles habitualmente y si bien no vuelvo a tener nada contra ellos, la mayoría ya me han echado la cruz. Recuerdo al menos tres o cuatro casos de este tipo.
Y después otros con los que suelo volver a hablar, si bien ya no es como antes, pero bueno. Son los que se enteran de que después de entrenar a sus hijos, he aconsejado que los mismo no vallan a un equipo A, sino a un B o C, donde tengan más minutos y disfruten del fútbol. De esta manera avanzarán en su juego, nunca en un equipo donde estén por debajo de la media y haya mucha diferencia. Siempre lo he hecho por su bien, pero alguno no lo entendido a veces.
En fin, en cualquiera de estos casos, mi conciencia siempre tranquila. Y a los que discuten, tranquilos, no merece la pena. Disfrutemos del fútbol.
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